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21 de enero de 2010

A MODO DE PROLOGO

En estos tiempos de Ferias de Libros o Best-Sellers o estas Feria de Vanidades como lo llamó alguna vez Cortazar, quizás vendría bien recordar que es ser escritor y recordar que los que intentamos participar de la aventura de escribir, en mayor o menor grado estamos ‘condenados’ a que nos encasillen en algún lugar de esos que inventa la sociedad para tratar de entendernos, clasificarnos y después hacernos algunas críticas, y así aparecemos como escritores de cuento, narrativa, poesía, ficción, poesía, etc.
En algunos casos, nuestros trabajos están mas ligados a la inspiración y en otros a la investigación, y aunque en diferentes porcentajes, ambos componentes siempre están presentes y ese proceso de creación nos produce crisis que cuando no las sabemos manejar, nos paralizan, pero si no les tememos y las enfrentamos nos sumergimos en dilemas que nos llevan a plantearnos si es correcto el camino que elegimos, si estamos llegando a la gente, y tantas otras preguntas que, salvo excepciones, sabemos de antemano que no hallaremos las respuestas, pero con solo enunciarlas nos parece que estamos avanzando en su esclarecimiento.
Esas crisis, que a veces nos hacen modificar el camino, son en realidad oportunidades para ayudarnos a corregir errores, porque a los artistas, a los escritores, todo se nos produce simultáneamente o no se nos produce, la creación es como un incendio que va por dentro nuestro y sentimos la necesidad de sacarlo de donde está y transformarlo en palabras. Stendhal decía que “su alma era un fuego que sufre si no arde”, hoy sé que todos creamos en la hoguera, esa hoguera de donde surgen las palabras que luego nos hacen trascender, es ese fuego incesante, que a pesar de estar produciendo pensamiento constantemente, cada día nos hace vivir con la idea que aún ni siquiera hemos comenzado nuestra verdadera obra. Porque para un escritor, como decía Albert Camus la escritura no le produce ganas de vivir, le produce ¡¡¡desesperación por vivir!!!

El escritor no debe apartarse nunca de los deberes difíciles, no puede ponerse al servicio de los que hacen la historia, sino de quienes la padecen, nunca del lado de los que declaran las guerras, sino de los soldados que en los campos de batalla quedan tullidos o muertos por llevarlas a cabo.
Ante tanta responsabilidad, no es extraño que cada generación de artistas sienta que está destinada a rehacer el mundo, ese mundo que la generación anterior le ha dejado maltrecho, hoy sabemos que esta generación, tiene una misión mas importante, y ésta consiste en tratar que el mundo no se deshaga. Se sabe heredera de una historia de corrupciones, de revoluciones frustradas o inconclusas, con dioses muertos y algunas ideologías extenuadas, un mundo en que los grandes intereses capitalistas están a punto de establecer el reino de la muerte, que esperan agazapados el silencio de los artistas para avanzar a depredar lo que queda sobre la tierra.
La generación de artistas de este siglo, sabe que deberá, en una carrera contra el tiempo, establecer la paz entre las naciones, pero claro, que no sea la paz de la servidumbre.

El artista de hoy está embarcado en la galera de su tiempo, y en su calidad de galeote, deberá remar contra la corriente sin desmayo, porque sabe que, como decía Oscar Wilde “el vicio supremo del escritor, es ser superficial”, aunque en esa lucha desigual le vaya la vida.
Claro que la sociedad tratará de imponerle la idea del arte por el arte mismo. Le exigirá al artista, que si quiere tener éxito comercial, no sea un instrumento de liberación, sino una sencilla diversión y le advertirá que aquellos que se aventuraron a enfrentar a esa sociedad, como Rimbaud, Nietzsche y otros, los llamados poetas y escritores malditos, pagaron muy caro ese desafío y les exigirá volver a esa agotadora forma de arte para los salones, del arte puramente formal.

Finalmente, debe tener presente el artista, que él necesita del mundo que hoy recibe, porque el arte no es repudio total de lo que existe, ni es aceptación total de lo que aún no está dado, el artista se encuentra siempre entre esas dos corrientes y en esa ambigüedad debe crear. Lo que existe lo necesita, aunque lo repudie, porque de allí sacará los elementos para poder modificarlos, pero su creación estará pensada para cambiar esta sociedad injusta, buscando incesantemente esa sociedad de iguales, ese hombre nuevo para darle vida, y soñando que alguna vez se convierta en realidad, que es definitivamente, la búsqueda suprema de todo artista.
Quizás, algo de esto influyó para que realizará estos trabajos.

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