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8 de enero de 2010

Temas de discusión I

A veces me pregunto por qué nunca nos hemos preparado para la discusión franca y abierta, para ese cambio de opiniones que nos ayudaría tanto a entender (que mucho entendemos que es el escalón previo a SOLUCIONAR) lo que nos pasa, y por qué nos pasa.

Es bastante habitual observar como en las asambleas de fábricas, estudiantiles o en reuniones políticas (y hablo de todos los partidos) cada uno va con lo que cree la “verdad absoluta”, con un discurso cerrado que no da lugar al diálogo enriquecedor.

Hay una anécdota que contó alguna vez Jorge L. Borges, respecto a lo que vivió en un viaje a Japón. Comentó asombrado que los japoneses siempre piensan que su interlocutor ‘puede tener razón’, que están formados para aceptar esa posibilidad, bueno, eso tan simple, parece que para nosotros es casi un imposible, y esa limitación nos imposibilita crecer. Es bastante común que durante (por ejemplo) la ocupación de una fábrica, cada militante vaya a las Asambleas con las ideas que le ‘bajó’ su partido y las defienda con una actitud intransigente que, a sabiendas o no, lo único que propone es el enfrentamiento y no la unidad, sin saber, quizás, que el resultado de esa posición es tan pobre que, bien usado por el enemigo (que es el de todos los trabajadores), logra los objetivos que busca mucho mas fácilmente. Hoy, este enemigo no solo aprovecha este ‘regalo’ que le hacen, sino que los fomenta para que esas diferencias sean irreconciliables y se divida la lucha, con los resultados que ya conocemos, y esto se puede trasladar a las luchas estudiantiles o barriales.

A principios del siglo pasado, alguien dijo que ‘La clase obrera deberá negociar hasta con el diablo para lograr sus objetivos ‘, y a nuestro juicio no se equivocaba. No debemos perder de vista a quienes plantean con su discurso la división (o sea el debilitamiento), porque habitualmente se da el axioma que nos dejaron los griegos "primero en el ágora, último en el combate" [Ágora: plaza pública donde solamente se discute].

Hay momentos que encontramos posiciones rígidas en algunos partidos, pero esos compañeros deberían recordar que el mero enfrentamiento ideológico, sin otro objetivo que el lucimiento personal, confunde, separa, y es un elemento mas que le estamos regalando al enemigo.

También es habitual que, durante una discusión acalorada, para descalificar la posición de algún partido, recurramos a recordarles a los compañeros alguna actitud errada de algún dirigente en alguna lucha anterior. Ante esto, debemos ser terminantes y no permitir ese tipo de actitudes que nada aportes a la lucha ni a la unidad.

Para lograr victorias, debe prevalecer la unidad de los trabajadores. Esta verdad de Perogrullo, tan fácil de decir y tan difícil de concretar, debe estar presente en nuestros pensamientos continuamente durante la lucha, aún con los conciliadores, aún con los reformistas. Debemos defender nuestros puntos de vista con la vehemencia que requiere el momento, pero sin olvidar la premisa que nos debe guiar. LA UNIDAD.

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