LA MURALLA TOMA PARTIDO POR NUESTRAS RAÍCES.

POR LAS VOCES PROHIBIDAS EN LAS PÁGINAS DE LA HISTORIA OFICIAL.

POR LA MEMORIA ACTIVA, POR UNA JUSTICIA POPULAR Y SOCIAL.

LA MURALLA TOMA PARTIDO POR LOS VERDADEROS REFERENTES

QUE LUCHARON Y LUCHAN POR UNA HUMANIDAD MEJOR.

LA MURALLA TOMA PARTIDO POR NUESTRA GENTE, COMPROMETIDA Y SOLIDARIA.



1 de agosto de 2010

AHORA VIENEN POR NOSOTROS 1977 – 2008

Nunca figuró en las listas de los desaparecidos, aunque al verlo enfrentar a los gendarmes durante las marchas parecía que ‘trataba’ de ser incluido en alguna. Era el incansable, era el primero en llegar a las reuniones, el que conseguia quien duplicara los volantes, quien encontraba una casa ‘limpia’ donde hacer una reunión. Los compañeros lo admiraban, era un referente4, ese ‘compañero valioso’ que de tanta actividad se había olvidaba de estudiar (como tantos de nosotros), de entender el porqué.

Hay que entender que la lucha contra la dictadura no nos daba tiempo para prepararnos como queríamos, había que salirles al cruce en cada barrio, en cada esquina y claro, los estudios se postergaban, las lecturas quedaban para mas adelante, “ya vamos a tener tiempo cuando los echemos” era la frase del momento.

La cárcel nos separó, al terminar la dictadura no volvimos a vernos. Pasó el tiempo, yo me había alejado del partido en que militaba y ya lo había olvidado, hasta que en una esquina lo vi, estaba canoso como todos nosotros, pero no dudé un instante, era él sin duda, solo me hizo titubear su actitud, la forma de estar vestido. Su traje de impecable corte, su celular de última generación que llevaba permanentemente en su mano como aquellos que lo usan cada tres minutos durante todo el día, su mirada, que se yo, hay actitudes que nos dicen que las cosas ya no son iguales.

Luego del abrazo –no muy efusivo de él- aceptó tomar un café, que yo creí imprescindible por toda la historia de luchas que nos unía, y ahí me contó; era gerente de una empresa norteamericana. Sí, esas que habían comprado parte de las ‘joyas de la abuela’ y estaban llevándose el esfuerzo de tres generaciones de argentinos.

Con ingenuidad de mi parte, traté de explicarle que nuestra generación era necesaria para esta parte de la lucha, que el imperio se estaba cayendo y necesitábamos de todas nuestra fuerzas para asegurarnos que nunca mas vuelva a someter a los pueblos, que ése sería nuestro legado para las próximas generaciones. Con un poco de pudor (pero muy poco) se disculpó diciendo que se había casado y que a sus dos hijos tenía que asegurarles el futuro.

Al separarnos lo miré irse rápidamente, casi como una huida. Yo era el pasado, ese pasado que le molestaba, lo de él era el futuro ‘su futuro personal’. “Yo ya hice mi parte –me había dicho-, tengo derecho a preocuparme por mi”.

No se fue sin decirme que admiraba mi coherencia (argumento que aprendió, seguramente, en algún curso de ventas).

Su voz no tenía fuerzas, sus ojos habían perdido aquel brillo, sus palabras me sonaron muertas. No sé si por perdonarlo o por qué, pero caminé un rato pensando que no solo se llevan nuestra riquezas, sino que ahora vienen por nosotros, para robarnos hasta nuestra condición humana.

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