Según una vieja definición de la educación, ésta tiene por objetivo preparar a los miembros de una comunidad en los conocimientos, habilidades y destrezas para la convivencia en sociedad, y nosotros pensamos que, si bien se puede ajustar a nuestro parecer, quizás, en un arranque de soberbia no justificada, podríamos afirmar que es incompleta, pero necesaria como punto de partida para el análisis sobre el tema que nos preocupa.
Durante la edad media, en occidente, la única verdad la expresaba la Iglesia y la fe. El saber acerca de las cosas no tenía por sí mismo una forma propia de fundamentación e inteligibilidad. Para los que detentaban el poder, el conocimiento se apoyaba en la interpretación de las llamadas “Sagradas Escrituras” y algunos autores clásicos como Aristóteles (384-322 a.C.). Según la Iglesia, la razón humana, al ser imperfecta frente a la razón divina, debía subordinarse a la palabra de Dios, que estaba guardada en la Biblia, por ende, las fuentes de la verdad eran la tradición (los clásicos) y la revelación divina (la Biblia). Conocer era exégesis (entendida como la forma de entender el significado de los textos solo a través de algunas “autoridades”) y explicar el mundo en función de su lectura, y claro, solo ciertas “autoridades” tenían la “verdad revelada”, la “palabra santa”. Con el tiempo, con la invención de la imprenta y la traducción que hace Lutero de la Biblia al alemán, estos libros comenzaron lentamente a llegar al pueblo y por lo tanto rápidamente quedaron en evidencia sus contradicciones y sofismas.
Por otra parte, el empirismo valoraba la experiencia, al punto de negar el carácter universal y necesario de la ciencia fáctica.
El racionalismo suponía que la razón podía fundar el conocimiento por sí sola.
La educación en el estado ideal, decía Platón en “La República”, refiriéndose a aquellos que cuidan y gobiernan la polis, que “un buen guardián del Estado debe tener, además de valor, fuerza y actividad filosófica, y centurias más tarde era apoyado por Juan Jacobo Rousseau, quien aseguraba que “… quien se quiera formar la idea de la educación pública, lea “La República” de Platón, que no es una obra política, como piensan los que solo por los títulos juzgan los libros, sino el más excelente tratado de educación que se haya escrito.”
En cuanto a la educación, afirmaba Rousseau “…poco me importa que destinen a mi discípulo para el ejército, para la Iglesia o para el foro (…), el oficio que quiero enseñarle es el de vivir. Convengo en que cuando salga de mis manos, no será magistrado, ni militar ni sacerdote, será primeramente hombre, todo cuanto puede ser un hombre, y sabrá serlo, si fuese necesario, tan bien como el que más, en donde su fortuna le mudara de lugar, que él se encontrará con el suyo.”
En conclusión, la palabra Educación ha perdido su antiguo significado. Educación quería decir “alimento”, y, considerando que la educación es tarea de sujetos y su meta es formar también sujetos, ésta debe ser capaz de crear personas plenas de autonomía, de iniciativa propia. La educación es una forma de liberar al hombre para no repetir las miserias, las
esclavitudes o las tiranías, y, para alcanzar tal concepto, se necesitan espíritus libres, hombres capaces de cuestionar el orden establecido, hombres saludables y aventureros.
Educar es educar contra el destino.
Ramiro Ross
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