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9 de diciembre de 2009

Abordando la desmanicomialización



Abordando la desmanicomialización:
Un acercamiento a los debates y prácticas en torno a la desmanicomialización en el Borda.

Cátedra
Thisted

Titular
Lic. Jens Ariel Thisted

Nombre del Grupo
Desbordados

Integrantes
María Clara De Paula
Lucía Magdalena Vicente
Lucía Testoni
Federico Acosta Rainis

Síntesis del trabajo
Con el siguiente trabajo intentamos dilucidar las propuestas de transformación del sistema de Salud Mental, recuperando los aportes teórico-metodológicos que nos brinda la materia, para poder complejizar la temática abordada.
En el recorrido de las distintas propuestas, hacemos referencia al movimiento antipsiquiátrico que se dio en la Italia de los setenta, el cual repercutió en las organizaciones sociales argentinas, que tomaron como referencia primordial dicha experiencia. Ponemos estas propuestas en comparación con el “Plan de Reforma del Modelo de Atención de la Salud Mental” del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; que utilizando terminologías similares a las de las organizaciones, enmascara objetivos que distan de buscar una mejora del sistema de salud, guiados más bien por intereses económicos que benefician a un sector determinado de la sociedad.
Además de la herramienta teórica en la que apoyamos la búsqueda de una respuesta a nuestra pregunta inicial, sustentamos nuestras reflexiones en un trabajo de campo que nos permita anclar nuestras reflexiones y el contenido teórico en la realidad concreta a la que nos referimos. Para eso contactamos a Ramiro, integrante de uno de los movimientos sociales que durante diez años organizó actividades en el Borda y a partir de esa experiencia escribió el libro "Crónicas desde el Borda". El proyecto se llamó "Radio Babel" y consistía en grabar programas de radio y realizar múltiples actividades dentro de la institución. Habiendo tenido un encuentro con el campo, volvimos a las fuentes bibliográficas y a la reflexión de grupo. Allí trazamos diferentes líneas que nos sugería el material con que contábamos. El encuentro entre una realidad mucho más compleja en el Borda, tanto por la experiencia contada por Ramiro, como la reflexión sobre su postura y la de otros movimientos que conocíamos y el contenido de las fuentes teóricas, nos encaminó en el trabajo que presentamos a continuación.

Pregunta inicial
¿Cómo se entienden los procesos de desmanicomialización desde los movimientos sociales que trabajan en el Borda y desde el gobierno de la ciudad?
Surgimiento de la pregunta
El interés por la temática nace a partir de la experiencia de dos integrantes del grupo que participaron en un festival cultural organizado por la radio “La Colifata”, el 20 de junio de 2009, donde hubo transmisión de la radio desde un galpón cultural en Piedrabuena. En la actividad participaron algunas de las organizaciones que trabajan dentro del hospital psiquiátrico, entre las que se encuentran Cooperanza y el Frente de Artistas del Borda. En dicho evento se encontraron con un mundo ajeno, invisibilizado socialmente: el mundo de la locura. El contacto con esta nueva realidad hizo surgir múltiples preguntas en referencia a la frontera que divide la cordura y la locura. ¿Quiénes deciden quién esta de cada lado? ¿Los locos están dentro del manicomio o están fuera en las calles, en las oficinas, en los trenes?
Cuando nos encontramos frente a la tarea de realizar un proceso de investigación, como grupo creímos apropiado la posibilidad de profundizar en estas inquietudes, enmarcándolas teóricamente. Surgieron diversas preguntas tales como:
1. ¿cómo es un proceso de desmanicomialización?
2. ¿cómo se piensan y se aplican los dos procesos de desmanicomialización: desde el gobierno de la ciudad - desde los movimientos sociales?
3. ¿es posible un proceso de desmanicomialización?
4. ¿cómo lo perciben los propios sujetos?
Al trabajar detalladamente sobre cada una de ellas, teniendo en cuenta los aportes de Raymond Quivy y Luc Van Campenhoudt, dilucidamos errores metodológicos que limitarían el abordaje de la problemática. Algunos de estos errores se visualizan en la pregunta uno, donde no especificamos tiempo ni espacio del proceso desmanicomializador, sin cumplir con el requisito de pertinencia que proponen los autores mencionados. La pregunta tres se contesta por sí o por no, siendo una pregunta cerrada, una “falsa pregunta, (…) una afirmación disfrazada de pregunta” (Quivy, Campenhoudt; 1999: 35), incumpliendo con las cualidades de una buena pregunta inicial. La pregunta cuatro también cae en el error de la no pertinencia, ya que no se especifica a qué sujetos hacemos referencia: ¿los médicos, los internos, las autoridades?.
Finalmente optamos por la pregunta dos, que además de cumplir con los requisitos de claridad, factibilidad y pertinencia se relaciona con una de las inquietudes más fuertes que dejó la experiencia antes mencionada: el poder problematizar la dualidad impuesta de un adentro y un afuera, para pensar alternativas superadoras a la estructura manicomial que encierra y esconde a quienes no encajan en el parámetro de normalidad actual.
En cuanto a la experiencia de campo, nos fue posible porque una de las integrantes del grupo participó durante un tiempo en un espacio de artistas que se dedica a la organización de ferias de libros y jornadas de cultura independiente (la FLIA), y allí conoció a integrantes de distintos movimientos sociales, entre ellos a Ramiro, a quien decidimos entrevistar. Ramiro formó parte de uno de los grupos independientes que durante diez años organizó actividades en el Borda; a partir de esa experiencia escribió el libro "Crónicas desde el Borda". El principal proyecto en el que participó nuestro entrevistado se llamó "Radio Babel" y consistió en la grabación de programas de radio en los que los internos del hospital pudieran sentirse libres de expresar sus vivencias, inquietudes, denuncias y pensamientos producto de su paso por la institución. Ramiro nos contó además sobre el día a día en el hospital y la cantidad de actividades que se fueron organizando a partir las del intercambio con los internos, con un propósito de fondo más amplio: devolverles la historia y la voz a aquellas personas recluidas.
La exploración
Indagando en las alternativas al actual sistema de salud mental, nos encontramos con propuestas divergentes planteadas desde organizaciones sociales que trabajan en el Borda, y el Plan de Reforma del Modelo de Atención de la Salud Mental promulgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
El plan del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es lanzado en el 2008, para ser implementado en el año 2010, promulga la descentralización de la atención, el cierre del hospital Borda, el Moyano y el Tobar García y la creación de 10 centros de atención con capacidad para 48 personas. También se contempla la creación de un Centro de Evaluación y Derivación, desde donde los pacientes serían enviados a los distintos establecimientos. El tiempo de internación máximo en estos centros no superaría los tres meses; paralelamente se crearían también hospitales de día, casas de medio camino y se buscarían familias sustitutas para dar contención a aquellos pacientes que cuenten con cierto grado de autonomía.
Este plan, que a simple vista parece interesante y recuperador de la dignidad de pacientes que están encerrados a veces durante décadas, esconde en realidad un intento de privatización de la salud pública e importantes negociados inmobiliarios: en la entrevista, Ramiro nos planteó la contradicción que supone que el Gobierno se “acuerde ahora de los locos”, dando a entender que no hay un interés social de fondo, sino más bien una motivación económica: “si se preocupan por los locos es porque les interesa el predio, no es casualidad”.
La capacidad total de atención de los nuevos centros sería para 480 de las 2500 personas internadas en la actualidad; no queda claro en el plan gubernamental lo que sucedería con los 1500 internos restantes ni tampoco se especifica a qué fin serían destinadas las 57 hectáreas que ocupan los dos hospitales psiquiátricos. Los nuevos 10 centros de internación contarían con “monitoreo por circuito cerrado, ventanales y aberturas con vidrio de seguridad” (Lemus en entrevista con diario Página 12, 02/04/2008), estructura que nos recuerda a una cárcel más que a un plan de reinserción social de las personas con trastornos mentales.
Uno de los motivos por los que Ramiro cuestiona fuertemente el cierre del Borda, tiene que ver con la necesidad de una previa transformación de la sociedad antes de poder “sacar a los locos a la calle (…) se necesita preparar a la sociedad para recibirlos… ¿están los de ‘afuera’ preparados para convivir con los de ‘adentro’?”.
La falta de presupuesto y de insumos, el deterioro edilicio, la carencia de personal se mezclan con los maltratos y abusos de los que son víctimas los internos. Esta realidad no puede ser evadida por ninguno de los sectores involucrados, por lo que se proponen diversas respuestas frente a tal conflicto.
Si bien hay una visión compartida de la necesidad de transformación del actual sistema de salud mental, hay miradas e intereses contrapuestos en juego. Dentro de los movimientos y organizaciones que trabajan en los hospitales psiquiátricos distinguimos principalmente dos posturas: hay quienes luchan por un aumento presupuestario y la mejora de las condiciones dentro de la estructura manicomial actual, y quienes defienden el proceso de desmanicomialización, generando un cambio más sustancial en el tratamiento de la locura.
Una de las organizaciones que trabaja con la propuesta de desmanicomialización es El Frente de Artistas del Borda, una organización que desde hace 25 años trabaja dentro el hospital “con el objetivo de producir arte como herramienta de denuncia y transformación social” i. Esta organización tomó como referencia la experiencia italiana, donde en la década del ´70 Franco Basaglia promueve el cierre de los hospitales psiquiátricos y la apertura de centros de atención ambulatoria y fomenta la ley 180, según la cual nadie puede ser internado contra su voluntad. De esta manera y a partir de un proceso que dura siete u ocho años logra cerrar un manicomio que contaba con 1.200 internos aproximadamente. Uno de sus principales reclamos tuvo que ver con la reducción del tiempo de internación, que según él, no debería superar las dos semanas ii. También se promovió una descentralización de la atención psiquiátrica, se crearon cooperativas de trabajo como formas de reinserción social y económica y el Estado además otorgó un apoyo económico a las familias que sostuvieran a los pacientes. La lucha de Basaglia contra el encierro en los manicomios partía de su concepción de los mismos como una de las peores formas de prisión, donde van a parar los sin voz, los desheredados, los pobres y excluidos sociales; los llamados locos: “ciudadanos de comportamiento excesivamente diferente o con una manifestación disidente de su emotividad y su impulsividad” iii.
La repercusión de la experiencia italiana en Argentina puede verse reflejada en los proyectos similares que se promovieron desde la Dirección Nacional de salud Mental en las provincias de Río Negro, Córdoba y en el hospital Borda en 1984 con la vuelta a la democracia. De estas experiencias la única que pudo sostenerse fue la de Río Negro. En Córdoba, si bien se lograron mejoras en el sistema de salud, no pudo cerrarse el manicomio.
Es en este momento cuando Borda abre sus puertas a un equipo interdisciplinario que pudiese llevar a cabo una propuesta de tal envergadura. Dentro de este equipo se encontraba Alberto Sava, artista y psicólogo social, que propuso una resignificación del uso del arte, pensándolo no como excusa terapéutica, sino como una disciplina que puede ayudar durante los procesos de desmanicomialización, conformando entonces al Frente de Artistas del Borda. En palabras de un interno este nombre surgió porque “vamos a ir al frente, vamos a enfrentar la realidad para cambiarla (…) tenemos que demostrar que con el arte podemos pensar, podemos ser personas” iv. Las estrategias utilizadas por este grupo, intentan rescatar al sujeto de los efectos que produce el manicomio, que “(…) va dinamitando las capacidades que tiene un ser humano de pensar, de sentir y de hacer. Va como destruyendo, estallando las pasiones, los deseos, los vínculos personales dentro y fuera del hospital, va convirtiendo progresivamente al sujeto en un objeto. Algunos dicen, somos un ladrillo más del hospital.” v.
Este intento del FAB de rescatar al sujeto, puede pensarse desde los aportes que realiza el psicoanálisis. Freud deja de lado la afirmación cartesiana del pienso, luego existo, para dar lugar a un sujeto más dinámico, que donde piensa no es y donde no piensa es. Lecturas posteriores de la teoría psicoanalítica, como la de Elliot, la consideran una herramienta fructífera para pensar la realidad social. Para este autor Freud está buscando dar una explicación del camino que debe transitar el niño para adquirir el código social en una sociedad determinada. Así, existe algo que en determinado proceso psíquico se nos hace “psicológicamente palpable de lo que es superior” (Freud, Conferencia XXXI), una autoridad dentro de uno mismo, la encarnación de la ley, “la voz del padre”, el superyó. A partir de un suceso estructurador, donde el niño acepta inconscientemente entrar en una fase triádica que involucra a “lo padre”, el sujeto individual entra en la red de relaciones sociales y culturales; se socializa.
En este sentido, nos preguntamos qué es lo que ocurre con “los locos” internados en El Borda: ¿Cómo fue su proceso de socialización? ¿Dónde se encuentra la falla en este recorrido inconsciente? ¿Qué ocurre con la conformación de su Superyó que no reprime lo necesario para adaptarse “normalmente” a los parámetros sociales?
En la entrevista, Ramiro comparte sus prácticas en el hospital. A partir de estas experiencias concluye que los locos no nacen locos, que la locura no es innata. Son hijos de un entorno loco y personas muy sensibles a la violencia en la que viven, que necesitan separar su cuerpo de su mente para poder sobrevivir. Ramiro plantea que las personas más frías y calculadoras, no necesitan evadirse, pero la persona sensible que enfrenta durezas difíciles de digerir, es la que muchas veces está internada como “loca” en el Borda. La sociedad, entonces, encierra a aquél que no puede incorporar los parámetros de normalidad que se le imponen; el mismo entorno que crea locos, también los excluye.
El manicomio aparece como la solución frente a la falla del proceso de socialización de los internos. La etimología de dicha palabra deja vislumbrar la función social que debe cumplir dicha institución; el origen es griego y puede interpretarse de dos formas: como lugar de los locos o como el cuidado de la locura. Para cuidarlos, los aísla, los convierte en objetos. En palabras de Ramiro “les lava la cabeza y los vacía de historia, los despersonifica”.
En su práctica dentro del Borda, Ramiro encontró algunos caminos que le permitieron reconstruir a esta persona vaciada. Nos plantea que lo primordial es tratarlos como seres humanos y hace énfasis en la importancia del diálogo. Ve en él la herramienta fundamental para darle voz a los desposeídos, “cuando les das la posibilidad de hablar, uno encuentra en su propio discurso el camino que debe ir haciendo para resolver los conflictos”.
La importancia que Ramiro le da a la palabra se refleja en su práctica en el Borda, donde participa activamente en el proyecto de una radio llamada “Babel”, cuyo interés primordial era darle voz a los internos para que cuenten sus preocupaciones “Contaban 'al aire', cómo había compañeros en ese infierno que estaban encadenados a las camas, sin comida ni atención, y toda la gama de perversiones que uno escucha de los sobrevivientes de los campos de concentración de nuestro país, pero claro...esto sucede en 1998, a 20 cuadras de la Casa de gobierno, a casi igual distancia del Congreso Nacional, en plena democracia y funcionando una secretaría de Derechos Humanos. Radio Babel fue la única que puso en el aire, a través de 20 repetidoras y en forma sistemática, las denuncias durante los 12 años que funcionó” vi.


Dos proyectos desmanicomializadores
Si en este punto retomamos los aportes de Ingleby de su libro Psiquiatría Crítica, puede establecerse un paralelismo entre las diferencias del paradigma que el autor denomina positivista y el que denomina interpretativo y las distintas formas de abordaje del proceso desmanicomializador que planteamos en nuestra pregunta inicial, ya desde el gobierno de la ciudad y las políticas públicas, ya desde las agrupaciones, ONG’s y otros movimientos sociales independientes. Para el autor, existen dos criterios opuestos sobre la locura, irreconciliables entre sí, que se corresponden con fundamentos filosóficos y, esto es fundamental, políticos completamente heterogéneos: el enfoque positivista, que asimila las ciencias humanas a las naturales, y el interpretativo, que considera sui generis la metodología de las ciencias sociales. En el primero se pretende recobrar de los pacientes observaciones rigurosas, absolutamente generalizables y válidas por su supuesta objetividad; Ingleby advierte lo imposible e infructífero del intento de definir conceptos descriptivos uniformes, ya que cada persona tiene una forma particular de comportarse lo que implica que toda descripción de tal comportamiento es necesariamente una interpretación subjetiva. Además, el juicio sobre la locura es algo determinado culturalmente, con lo cual no existen definiciones convencionales que puedan aplicarse de forma general a todo ser humano. Finalmente, la supuesta distancia entre sujeto y objeto en ciencias humanas resulta problemática e insostenible en la práctica.
Lo que salta a la vista es que en su búsqueda de las causas de las enfermedades mentales el positivismo aduce trastornos fisiológicos o factores ambientales manteniendo una postura determinista que se jacta de ser objetiva, pero que no hace otra cosa que ocultar las reglas y prejuicios que la sostienen. Ramiro dice: “ellos, los cientificistas, piensan que con pastillas y con inyecciones en seis meses vas a estar hecho un avioncito, cosa que obviamente no sucede”. Lo que realmente sucede, y esto Ramiro lo deja bien claro cuando afirma que “el sistema los deja huecos” es que los argumentos con los que se sostiene este paradigma positivista, cercanos a los argumentos que se utilizan para justificar el proceso desmanicomializador desde el gobierno, no son otra cosa que una cortina de humo que esconde la función de la psiquiatría en la sociedad actual: el control de la anormalidad en beneficio de lo socialmente establecido, y este caso aún peor, en beneficio de los negociados del político de turno, debido al “valor del terreno donde se encuentra el hospital”. Al devenir en objetos, los internos son plausibles de ser negociados, utilizados, encerrados, intercambiados, reasentados, etc., por conveniencia política. Esta es la desmanicomialización que propone el gobierno de la ciudad: “darles 800 pesos de jubilación por incapacidad, dejarlos en la calle y que se arreglen como puedan”.
Siguiendo con Ingleby, y contrariamente a la suposición naturalista arriba analizada, las corrientes interpretativas creen que existen rasgos inherentes a la condición humana, siendo el principal de ellos la capacidad de comportamiento con sentido, agencia o praxis. La conducta, entonces, no puede ser sencillamente explicada en términos de causas sino que es pensada como un complejo e interrelacionado cúmulo de motivos, intenciones, razones, etc. del agente. Descripción y explicación aquí se combinan en una interpretación. Esta recuperación del sujeto es fundamental en el proceso de desmanicomialización tal cual lo plantean los movimientos sociales, como Rodrigo da cuenta en la entrevista cuando valora el diálogo como forma de acercarse a las problemáticas de los internos y buscar conjuntamente una solución.
La hermenéutica profunda, según Ingleby, busca explicar comportamientos en términos de significados pero no necesariamente en términos de significados reconocidos conscientemente por los agentes. El principal de estos enfoques es el psicoanálisis que rompe con la concepción del hombre autónomo y lo considera fragmentado, contradictorio y alienado en su propia experiencia. El psicoanálisis considera la situación a partir de la interpretación del agente y al demostrar la existencia del inconsciente ofrece un gran potencial para encontrar sentido a comportamientos en apariencia incomprensibles o inapropiados. Desde esta perspectiva podemos decir que la metodología ejecutada por Ramiro y por Franco Basaglia, salvando las distancias, puede encontrar su origen en la concepción freudiana del método catártico o “limpieza de chimenea”. Es en el relato del propio paciente que Freud encuentra el comienzo del camino a atravesar para llegar a la sanación.
Una pequeña (in)conclusión
Tal como reza el título, en este apartado final nos gustaría incluir unas pequeñas reflexiones sobre lo que fue el trabajo, reflexiones que son provisorias y de ninguna manera agotan las posibilidades de análisis del tema elegido sino, que por el contrario, disparan nuevos ejes y sentidos.
Después del breve trabajo de campo en el que entrevistamos a una persona que trabajo durante tantos años en el Borda, llegamos al descubrimiento de que la pregunta disparadora inicial se mostró mucho más compleja de lo que en un principio parecía. Si bien es cierto que hay dos paradigmas básicos sobre lo que hemos denominado un proceso de desmanicomialización, se hace patente que la cuestión no se limita a decidir cómo liberar a los internos de un hospital psiquiátrico, sino que entran a jugar una serie de otras cuestiones que tienen que ver con concepciones sociales diferentes acerca de la locura, del modo de funcionamiento y el sentido del sistema de salud y, en un nivel más general, con el comportamiento de una sociedad que propone mantener a las personas distintas (o discapacitadas, como diría Ramiro) encerradas bajo condiciones muchas veces infrahumanas como la mejor alternativa para alejar su supuesta peligrosidad.
En este sentido y para finalizar es interesante retomar el pensamiento de Castoriadis sobre cuestiones de alienación y autonomía. En un nivel individual, y refiriéndose a las poderosas fuerzas inconscientes que intervienen en el comportamiento de los sujetos, el autor considera que la pugna por la autonomía es un proceso activo de negociación y debate con los propios fantasmas, con los otros internos y sus reglas (que son la contrapartida de un universo de otros externos), pero jamás la negación de esos otros porque el sujeto como tal está penetrado por ellos, por el mundo. A partir de esta concepción de la autonomía individual en la que participan los otros y pensando ahora en términos sociales, Castoriadis plantea que no puede realizarse una autonomía que no sea para todos porque a nivel intersubjetivo la autonomía necesariamente es una relación social, el conjunto de los discursos propios y ajenos interpenetrados infinitamente. Es en la existencia de lugares como las cárceles y los hospitales psiquiátricos (que pertenecen el ámbito de lo instituido) que imponen a las personas reglas ajenas y los niegan como sujetos, donde se muestra patente la alienación social; al mismo tiempo la soñada autonomía aparece como un proyecto lejano y utópico, en cuanto nunca sería para todos. Sin embargo, a partir del trabajo activo de recuperación de la condición del sujeto y su agencia, del trabajo de diálogo en intercambio mutuo, que proponen distintos movimientos pioneros desde los ‘70 (proceso del ámbito de lo instituyente) se abre la posibilidad de pensar en forma colectiva y coparticipativa un futuro menos alienante. Tal como dice Castoriadis, no es cuestión de negar la necesidad de las instituciones como forma de organizar la vida social humana, pero sí de resignificarlas, rediseñarlas y reinstituirlas para que incluyan de la mejor manera posible al todo de la sociedad.

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