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4 de diciembre de 2009

Rosa Luxemburgo. La llama ardiente de la revolución


Cuando el 5 de marzo se cumplieron 137 años del nacimiento de Rosa Luxemburgo (1871-1919), pocos partidos de izquierda recordaron la fecha. Nacida en Polonia, en el seno de una familia culta, con solo 16 años de edad ingresa al Partido Proletario, un movimiento revolucionario clandestino.

Luego de fundar la socialdemocracia en Polonia, su formación política y filosófica, muy influenciada por el marxismo, hace que se enfrente con la dirigencia de la Segunda Internacional. Rechaza la idea que estaba minando la socialdemocracia acerca de resolver la lucha de clases por intermedio de las elecciones parlamentarias, exigiendo una y otra vez que las organizaciones político-obreras, formen a las masas en otro tipo de lucha. Esa tipo de actitudes la convierte a una partidaria de los Bolcheviques Rusos en su enfrentamiento con los Mencheviques pequeñoburgueses durante la revolución Rusa. Cuando le informan sus compañeros que es buscada para matarla, se niega a esconderse, en esos momentos estaba trabajando en sus críticas a los desvíos de la revolución que Stalin estaba llevando a cabo en Rusia. Durante un allanamiento que hace la policía al Partido Comunista Alemán es apresada y asesinada. Tenía 48 años.

Al cumplirse 89 años del asesinato (15 de enero 1919), en manos de oficiales prusianos, que no fueron otros que los antecesores de las SS hitlerianas y parientes directos de los militares que ejecutaron golpes de estado durante el siglo pasado en Latinoamérica, tenemos que reconocer que, la poca y casi nula difusión de su obra y su pensamiento, obedece, sin duda al miedo que aún ejerce su palabra sobre gobernantes, intelectuales y dirigentes de todo pelaje.

Hoy nos preguntamos qué hubiera pasado si en la época de Malvinas en nuestro país, se hubiera estudiado su "Folleto de Junius". "La guerra está mostrando su verdadera faz, rápidamente se acaban los alegres despedidas de los soldados que parten al campo de batalla, se acaban los desfiles, las patrióticas arengas, el falso entusiasmo animado por el militarismo. La guerra se presenta como lo que es: una carnicería repugnante en la que los pueblos se destrozan entre sí para que los capitalistas se enriquezcan con el conflicto y para gloria de los gobiernos militares". Esta definición de la guerra debería estar en los manuales de todos los estudiantes si en realidad los queremos educar para la libertad.

Qué decir de aquel discurso en el Congreso de Jena, donde afirmaba: "No es a las masas a quien hay que sujetar, sino a los parlamentarios para que no traicionen a las masas", que tiene para los argentinos, una vigencia que conmueve.

Hoy nos preguntamos a cuantos "dirigentes obreros" les molestaría que les recordáramos que "Deben dejar de discutir en sus fincas de verano sobre el valor de la huelga e incorporarse a la lucha".

Esta mujer revolucionaria, internacionalista, que no se preocupaba solamente por su Polonia natal, sino por el devenir de la clase obrera mundial. Esa mujer que en la primera guerra mundial les proponía a los soldados de todas las trincheras "girar los fusiles y abatir, cada uno a sus propios oficiales, para luego al grito de ¡proletarios del mundo unios !, marchar juntos y fraternalmente, hacia la instauración de la paz".

Esa mujer que nunca aceptó hacer la revolución de acuerdo a un "manual de instrucciones". Que si bien polemizó con Marx, con Lenin, con Trosky, lo hizo desde la construcción del socialismo, enriqueciéndolo, con su palabra encendida, sus escritos y con su actitud de vida coherente con su discurso.

Hoy, con tanta literatura de teóricos del marxismo que, sin embargo y paradójicamente, muchos de ellos nunca han participado en huelgas ni en fábricas autogestionadas por obreros, la experiencia y ejemplo de Rosa Luxemburgo nos parece que la transforma en lectura imprescindible para empezar a construir la unidad desde abajo, como única salida del capitalismo oprobioso en el que estamos inmersos.


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