Cuando un enfermero o un médico quiere amenazar a un interno en el Borda, le dice que lo va a mandar a la "20", la Unidad Carcelaria para Enfermos Mentales agresivos y peligrosos que funciona dentro del hospital. Siempre quisimos saber si las siniestras historias que de allí se contaban eran ciertas.Ingresar en ella no es fácil, nos llevó cuatro meses de lidiar con la burocracia oficial (dos reuniones con una asistente social, una con el jefe de seguridad, una con el subdirector), agregando a todo esto notas y otros trámites que no mencionaremos para no agotar al lector.Obtenido el permiso, y luego de pasar por una requisa humillante, de atravesar controles, de estar en todo momento bajo la mirada inquisidora de guardiacárceles armados y previo hacernos cargo por escrito de lo que pudiera sucedernos (nos acordábamos del film 'El silencio de los inocentes'), para luego comprobar que quienes sí nos atacaban sin piedad no eran los internos, sino los piojos, liendres y otras especies que allí no corren riesgo de extinción, y llegábamos hasta donde se encuentran los internos, que allí se convierten en subhumanos.Ver los calabozos ('buzones' en la jerga tumbera), unos habitáculos de dos metros por uno, con una cama de cemento y algo que en algún momento fue un colchón, como todo mobiliario, sin luz, casi sin aire y sin posibilidad de hablar con otro ser humano durante días (uno no puede dejar de recordar los testimonios de los sobrevivientes de la ESMA), el sitio es sobrecogedor, el olor es insoportable, las paredes salpicadas con sangre y orín, por las crisis de algunos internos, son un espectáculo dantesco, pero sin embargo, los enfermos nos reciben con una sonrisa de agradecimiento. En ese momento uno empieza a sentir -sentimiento que hasta hoy no nos abandona- que debemos hacer algo por esos SERES HUMANOS (¿es necesario remarcarlo?), para no convertirse en cómplice de este genocidio (¡otro mas!) que se está llevando a cabo a tres cuadras de la estación Constitución y en estado de derecho.Mientras preparamos el mate que llevamos, nos enteramos que el 70% de losa internos tiene SIDA, que no reciben atención médica y es en ese momento que nos dimos cuenta que la mateada iba a ser larga. Ingenuamente les preguntamos por los controles que periódicamente hace la Comisión de Derechos Humanos del Ministerio y nos enteramos como 'funciona' esa Comisión. Llegan a los pabellones acompañados por el jefe de seguridad del penal, sabiendo que su presencia inhibirá a los internos de hacer denuncias de golpes, atropellos, inyecciones de agua, etc. a que son sometidos, pues aquel que se atreva a denunciar, cuando se retira la comisión pagará muy caro su atrevimiento y además su denuncia probablemente se perderá en alguna oficina administrativa y todo el sistema seguirá funcionando sin contradecir el autoadhesivo que está en la guardia "LOS ARGENTINOS SOMOS DERECHOS Y HUMANOS".
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