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18 de enero de 2010

Temas de discusión XI

Modernidad y posmodernidad

Este título es más una necesidad que una decisión mía, en realidad es mi deseo hablar de posmodernidad, pero para eso necesitamos definir la modernidad, ya que aquella es producto de ésta, y quizás, debamos empezar a pensar que forman parte una de otra, porque en realidad la modernidad es un producto “no acabado”, o sea sin fecha de inicio y con un final bastante incierto.

La modernidad es un discurso que nace de la burguesía y atraviesa al pueblo y va a tener algunas características que determinan un modelo que involucra a todas las áreas de la existencia (política, comportamientos sociales, rituales, económicos, legales etc.). Es el que llamamos discurso clásico y se caracteriza por tener reglas y convenciones fijas. En el, todo esta pautado, es de alguna manera, un seguro contra la angustia, o sea, un generador de placer, propone un mundo ordenado, donde el espectador (lector, etc.), esta cómodo, no siente angustia.

Borges decía “el texto clásico no desconfía del lenguaje, cree en la suficiente virtud de cada uno de sus signos, se limita a registrar la realidad, no a representarla”.

La modernidad es una suerte de aplauso a uno mismo, es decir –yo pertenezco a ese código, me reconozco en el-. Y es esa mirada estática sobre los comportamientos que tiene la modernidad que va a dar como uno de sus resultados, la conformación de los géneros en las artes.

Debemos situar el nacimiento del modernismo a partir del siglo XVII, ya que uno de los fundadores será Martín Lutero, que va a plantear la interpretación de la Biblia en forma personal. Este hecho que hoy nos puede parecer nimio, en el siglo XVI, significó que le estaba sacando a la curia la exclusividad de la interpretación de los escritos sagrados, o sea sin el magisterio de la Iglesia, sin la mediación de la Iglesia, y si a eso le agregamos el invento de la imprenta por parte de Gutemberg, que determinó la rápida y accesible forma de llegar con distintos pensamientos a la gente, sin depender de los códices, sin depender de los curas escribientes, que reproducían solo lo que a ellos les convenía y con una interpretación religiosa, empezaremos a comprender la importancia del cambio.

También influyó, sin lugar a dudas, el descubrimiento de America, que va a traer como una de sus consecuencias, sacar, del imaginario colectivo europeo, la idea de ‘centralidad’, ahora saben que existe otro continente que ellos ignoran, que nadie caía al abismo si partía de España hacia el oeste, y una vez más, se desmoronaba otro mito del cristianismo (recordemos que en los primeros viajes de Colón, no viajaban curas porque según el Vaticano todos desaparecerían del mundo si partían en esa dirección).

Si avanzamos en el tiempo, Descartes aportó lo suyo en el camino a la consolidación de la idea modernista, hasta ese momento todas las religiones estaban basadas en la creencia que la verdad y el misterio último del hombre estaban en otro lugar, pero Descartes al decirnos “pienso, luego existo” nos va a señalar que la razón última de las cosas están en mi, ya que antepone el –pienso- al – existir-, y con ese ‘pienso’ inaugura la racionalidad, esta racionalidad que se traduce en iluminismo, en creer que todo se resolverá a través de la ciencia y la tecnología, que el mundo empezaría a transitar, como dijimos antes, un camino de prosperidad y paz, ya que con la tecnología se sembrarían más tierras y con la ciencia se reproduciría mas ganado y de mejor calidad, como también la misma ciencia aportando sus vacunas y sus antibióticos alargaría la vida del hombre y todos seríamos mas felices y la guerras ya no tendrían razón de ser.

Como paso, casi inevitable, la razón se convierte en otra forma de fe, pero como toda fe, esta es despedazada ideológicamente por la realidad, el advenimiento, por ejemplo, de las guerras mundiales y sus consecuencias en el pensamiento, ya que solo pensar en la cantidad de muertos que ellas produjeron (decenas de millones), dieron la pauta que, si el desarrollo de la razón, que tenia por finalidad garantizar el progreso incesante de la Humanidad hacia estadios superiores había terminado produciendo tal grado de destrucción, era indudable que HABIA QUE REFLEXIONAR TODO OTRA VEZ (recordemos que Adorno se preguntaba en el 47 si se podía seguir haciendo poesía después de Auschwitz). A partir de allí comienza a desmoronarse el edifico de creencias y verdades bajo las cuales la civilización occidental se había formado.

Este desmoronamiento tiene sus signos anticipatorios, Nietzsche y el nihilismo, Freud y el descubrimiento del inconciente venían anunciando y preparando la demolición del edificio racional que Occidente había construido.

Se dice que los artistas no producen los cambios, pero sí los registran y con el desmoronamiento de la modernidad se va configurando una nueva mirada, un nuevo lenguaje, un nuevo discurso: el discurso posmoderno.

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Para hablar de la mirada posmoderna deberíamos, en principio plantearnos ¿Qué es la posmodernidad ?.

Debemos considerar que la posmodernidad forma parte de la modernidad, ya que la modernidad es un proyecto incumplido, la posmodernidad es parte de el.

Fereric Jameson va a definirlo como “respuesta histórica cultural que se produce en las sociedades posindustriales de capitalismo tardío”, aunque también podríamos entenderlo como la crisis de los “Grandes Relatos”. Al desmoronarse el discurso modernista, todo se pone en crisis: las religiones, el capitalismo, el socialismo, todos los discursos cerrados que supuestamente contenían todas las preguntas y todas las respuestas, aquellos que, mal interpretando el pensamiento de los filósofos y argumentando que se hacia para simplificar la explicación, crearon lo que se podría llamar un “manual de instrucciones”, lo que se conocía en los 70 como “ortodoxia”, como ocurrió con algunas interpretaciones del marxismo que confundieron la línea y ayudaron a acelerar la crisis.

Cuando esto ocurre, aparecen rápidamente los que vienen a anunciar el “fin de la historia”, de la historia entendida como desarrollo ilimitado, progresivo. Según estos gurúes, los enfrentamientos son de otra índole, en el campo de las ideas, se produce el fenómeno de la fragmentación. La necesidad de querer abarcarlo todo parece que ha desaparecido ya, la posmodernidad no busca una estructura ideológica que funcione como un mecanismo de relojería, se vive de parcialidades, ahora se aprende a vivir sin la totalidad, se toma del socialismo lo que le interesa a cada uno, del capitalismo otro tanto, de las religiones solo se cumplen los preceptos que producen placer o alegría, desechando lo que puede producir conflicto.

Todo es valido en el posmodernismo, el discurso ideológico, mas que pasar por el campo de las ideas pasa por el campo de las vivencias, vamos haciendo cada quien su propio discurso, de modo tal que terminamos pensando en función de lo que vivimos. Pero todo esto lleva a una condición angustiante que va a recoger el psicoanálisis, por eso esa sensación de inestabilidad en todo sentido de la vida que lleva a los márgenes a la juventud y a la depresión a muchos adultos. Carlos Marx decía que “todo lo sólido se desvanece en el aire”.

Para la posmodernidad, el existir es lo que va a determinar el ser y no al revés, pero el ser hay que construirlo y eso nos va a colocar en una situación desnuda porque no hay borrador, porque no hay nada que esté establecido, porque no hay leyes, porque la posmodernidad no es una ideología, porque no podría serlo, no es una filosofía, no existen pautas ni formas, tiene un nacimiento incierto y un desarrollo igualmente incierto. Y en ese mar estamos navegando.

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