Los cambios que debemos realizar en América Latina son imprescindibles ( ésto viendo los hechos de crisis que se están produciendo en el corazón del imperio), si es que no queremos terminar pagando los desastres financieros que hicieron y están haciendo los gobiernos burgueses con su economía. Cambios de tal magnitud e importancia que ponernos a discutir si será un milagro o una revolución lo que se necesita es una pérdida de tiempo, de un tiempo que no tenemos …
Lo importante es no detenernos en discusiones con esas ideologías que nos mandan desde el norte de la mano de algún aprendiz de Fukuyama o algún pastor evangelista , a los que ya nos quieren acostumbrar, y que sin ninguna inocencia nos dirá que no podemos cambiar nuestra historia, o lo que es mas explícito, ¡¡¡ que ni lo intentemos !!!.
¿ A que se refieren estos ideólogos del capitalismo? Pues a no cambiar nada, a que si somos pobres y hay gente con hambre en un país que produce alimentos suficientes como para abastecer a 30 veces su población es cosa del destino al que jamás podremos cambiar, y que no debemos buscarle explicación, intentando siempre evitar que pensemos libremente; (ojala recordemos lo que decía el comandante Guevara “al capitalismo no hay que creerle ni un ‘tantico’ así”).
También debemos estar preparados para escuchar que desde el nacionalismo nos advertirán: “El padre de la patria lo hubiera resuelto de tal manera”. Desde las religiones nos sentenciarán: “Solo podemos rezar y pedirle a Él que cambie las cosas”. Y desde algunas izquierdas nos recordarán que la solución se debe buscar en algún escrito de Lenin, Trotsky o algún otro, intentando de esa manera que no tengamos pensamiento propio, acorde al momento histórico que nos toca vivir, y claro, esas discusiones nos paralizan y no nos permite crecer.
Debemos recordar a nuestros referentes, pero sin endiosarlos. Tomar de ellos sus legados intelectuales y sus experiencias de lucha, pues nos permiten enriquecer nuestro análisis, pero sabiendo que las soluciones que estamos buscando las encontraremos en las experiencias de la clase obrera hoy y aquí. Si aquellos trazaron el camino hasta ahora, el tramo que nos toca construir es de nuestra exclusiva responsabilidad. Cuando logremos transformar nuestra América del Sur en un lugar sin explotados ni explotadores, cuando surja el Hombre Nuevo, solidario, digno y preocupado por la cultura, el trabajo y la creación de esa nueva sociedad, quizás algunos lo llamen milagro, quizás otros lo llamemos revolución, pero sabremos que hemos cumplido con nuestro deber de clase.
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