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29 de septiembre de 2010

Sobre dependencias y saqueos


Desde que empezamos a concurrir al colegio primario, nuestras maestras nos enseñan que la historia la escribieron generales, papas, reyes y cardenales, aunque luego, y de acuerdo como transcurre nuestra vida, nos vamos dando cuenta que muy rara vez alguno de ellos han ido al frente en las batallas, y mucho menos aún reyes, papas y otras especies parasitarias han pasado hambre por alguna medida económica que hayan tomado. Históricamente en las batallas mueren y/o quedan mutilados hombres que no declararon las guerras, y las grandes hambrunas del mundo también fueron soportadas por hombres mujeres y niños que no habían participado en las decisiones que llevaron a los pueblos a ese hambre. Pero en este segmento que queremos mencionar, vamos a entender que cuando se le da (o lo toma) el poder a un solo personaje o a un pequeño grupo de ‘elegidos’, es muy raro que no sea el pueblo el que termine pagando las consecuencias de los delirios de grandeza o de la ambición de los que detentan el poder.

Tratando de entrar en tema, la historia de América, está signada por el despotismo de quienes, en nombre de Dios o del rey, nos vinieron a invadir por los finales del 1400.

Cuando Colón puso su pié en América, empezó en España y luego en toda Europa, un complejo movimiento económico y financiero provocado a partir de las riquezas robadas al nuevo mundo que terminaron hundiendo al muy poderoso reinado de España y llevándolo a la ruina . Sé que al decir esto muchos dirán que es un disparate, a la luz de las enormes riquezas que obtenían de la rapiña en el nuevo mundo, pero resulta que aunque parezca mentira, no estaba el reino de España preparado para recibir en tan poco tiempo tan cuantioso tesoro, y la incapacidad de los monarcas y sus asesores produjeron un mal al pueblo que padecieron durante años las consecuencias.

Cuando Fernando VII abdica el trono en 1516 y se retira a un convento en Yuste, dejaba a su sucesor, Carlos I el reinado mas poderoso de la historia, con colonias diseminadas por todo el mundo, y con el ingreso de riquezas incrementado por los metales y piedras preciosas que llegaban del nuevo mundo y que parecían no tener fin. Ese supuesto éxito le había permitido formar un ejército poderoso para controlar el país internamente y de esa forma se permitió la intolerancia religiosa de la España de la contrarreforma, pero dejaron sin atención a los hechos y descubrimientos que se producían en el mundo y España se quedaba en una economía feudal, porque el oro que robaba en América suplía las necesidades. Por esta razón España empieza a perder las colonias europeas y viene la decadencia de la que no se podrá recuperar más.

Así las cosas, Carlos I, que pertenecía a la casa de Austria (también lo serían los tres futuros reyes que lo suceden) con una miopía económica y política y por comodidad, basaron su economía en las riquezas que sus ejércitos hacían extraer a los pueblos americanos en condiciones infrahumanas.

El saqueo y conquista de América alteraron gravemente la realidad europea del siglo XVI, porque no solo cambiaron las relaciones de poder entre los estados europeos, sino que de una economía de acumulación característica de la época feudal se pasó a una economía de mercado, pero no obstante el enriquecimiento español –no olvidemos que por ella pasó el 85% del oro y la plata saqueados a America-, no tuvieron, los reyes que la gobernaron, la visión de invertir en tecnología y ciencia y contrariamente a lo que se supone, el dinero lo invertían en largas y costosas guerras que terminaron de empobrecerla.

Se produce en España el abandono de la agricultura y el éxodo de los campesinos a las ciudades buscando un mejor nivel de vida, cuando no, empujados por la euforia general para alistarse en alguna expedición, buscando participar del saqueo.

Como si eso no fuera suficiente, medio millón de hidalgos, que juzgaban una afrenta todo trabajo que no sea al servicio de Dios y del rey, eran una pesada carga para las arcas públicas, que por supuesto, eran mantenidas por los impuestos al pueblo trabajador.

Desde el primer momento de la invasión al nuevo mundo, España impuso el monopolio sobre sus dominios coloniales, lo que despertó la codicia del resto de los reinos europeos, que termina por engendrar guerras y piratería a los barcos cargados con riquezas provenientes de América. Todo contribuyó a la decadencia durante los reinados de Felipe III (1598-1621) y Felipe IV (1621-1665) y se agravó tanto que ciudades como Toledo, Zaragoza y Segovia, otrora prósperas, se vieron obligadas a cerrar el 60% de sus telares y al poco tiempo, toda España se vio obligada a depender de las industrias inglesas, holandesas y genovesas, lo que trajo una desocupación aún mayor entre los trabajadores, y si bien los burgueses y nobles también sintieron la crisis, siempre les quedaba como opción, la clásica salida de la clase parasitaria, trasladar la crisis a los pobres, reduciendo salarios y aumentando impuestos.

La codicia del reino español, lo llevó a someter a su pueblo a un proteccionismo riguroso y la prohibición en América, de establecer y desarrollar industrias. Esta política dejó desprotegido a nuevo mundo ya que en el siglo XVI, las colonias no podían comprar a otras potencias como Inglaterra y Holanda las manufacturas que le eran imprescindibles, tampoco podían desarrollar su industria y a su vez, España ya no tenía industrias para poder proveerlos. Carlos I en 1552, se ve obligado a prohibir la exportación de las manufacturas españolas porque apenas si podían atender las demandas de su país y debió permitir que el virreinato del Perú desarrollara industrias obrajeras, luego en 1558, Felipe II tratú de modificar esa política para desarrollar la industria en España, pero ya era tarde, y las expresas instrucciones que recibe el virrey Francisco de Toledo en 1589, prohibiendo el tejido de paños en Perú, no pudieron ser aplicadas pues había dos razones fundamentales para no cumplirlas. Los precios de los paños tejidos de Castilla eran pocos y muy caros para la población y por otro lado, el virrey debía dejar trabajar a los indios para poder cobrarles tasas y tributos.

El tráfico marítimo en España y sus colonias sufría, además, el ataque constante y sistemático de la piratería, toda Europa quería llevarse su tajada de las riquezas de América, a tal punto que la reina de Inglaterra alentaba estos ataques y llegó a otorgar títulos nobiliarios a los depredadores ingleses de otros depredadores, o sea, los españoles.

Isabel I de Inglaterra inicia formalmente esta actividad, en 1569 armó la nave ‘Jesús’ y la mandó a saquear todo barco mercante que cruzara el Atlántico, años mas tarde se asoció al pirata Francisco Drake y con una poderosa escuadra salió a saquear todas las rutas comerciales conocidas. A su regreso, en 1579 . el pirata Drake entraba triunfante al puerto de Inglaterra llevando en las bodegas un botín que superaba el millón de ducados y, olvidando todo recato, Isabel I se sumo a los festejos con que se honró al pirata, que de paso recibió de manos de la reina un título nobiliario. Era el premio por saquear, matar y robar bienes ajenos, pero claro, se lo robaban a otros que a su vez también lo habían robado…

Queda claro que el monopolio jamás tuvo el propósito de fomentar el bienestar de las clases bajas cuando lo establece la clase alta, muy por el contrario, al no tener en cuenta las deficiencias estructurales de la pobre industria española, tendió a hacerla deficitaria primera y aniquilarla después.

En América, con una economía tributaria y dependiente, con una agricultura diezmada por el abandono al que por la fuerza la condenó el trabajo en las minas y con una industria y comercio limitados por los fines monopolistas de España, América era un continente que sufría los efectos de la crisis estructural de la conquista.

A comienzos del siglo XVIII, cuando cesa el monopolio y se ven amenazadas las utilidades de los dueños de los medios de producción, la esclavitud llegará a límites inconcebibles y ajustarán más los mecanismos de explotación. Nunca antes el pueblo fue tan brutalmente explotado. Tal era el estado de penuria que vivía América en 1780, cuando José Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru, asumió la gigantesca y heroica tarea de la redención indígena.

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