LA MURALLA TOMA PARTIDO POR NUESTRAS RAÍCES.

POR LAS VOCES PROHIBIDAS EN LAS PÁGINAS DE LA HISTORIA OFICIAL.

POR LA MEMORIA ACTIVA, POR UNA JUSTICIA POPULAR Y SOCIAL.

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QUE LUCHARON Y LUCHAN POR UNA HUMANIDAD MEJOR.

LA MURALLA TOMA PARTIDO POR NUESTRA GENTE, COMPROMETIDA Y SOLIDARIA.



23 de diciembre de 2009

Borda VIII

"La impunidad es una enfermedad contagiosa", me dijo alguna vez un interno del Borda, basta usar un uniforme para que cualquiera se crea con derecho sobre la vida de los demás.
La Gringa, como todos la conocen, fue internada en el Hospital Braulio Moyano acusada de insanía por un juez que no la había visto mas de una vez en su vida, y al que no le importó que aún no había cumplido los 20 años de edad. Rubia, alta y agraciada, fue violada por el enfermero al poco tiempo de ingresar al manicomio. No contento con su bajeza, y al ver que otros enfermeros lo envidiaban, vio la posibilidad de "alquilarla" y ganar dinero. Así fue como al poco tiempo empleados administrativos, peones de limpieza y hasta algún custodio del hospital se metía en el 'office' del enfermero para, a cambio de unas monedas, abusar de ella.
Luego de unos años sucedió algo que cambió esa vida de humillaciones, conoce el amor y por primera vez siente que dos brazos fuertes y protectores le daban el calor y el afecto que nunca había sentido y le escribe a su hombre las cartas de amor mas puras que su corazón le dicta, aunque la distancia que lo separa era solamente el muro entre el Moyano y el Borda, donde él estaba internado.
Cuando su angustia de mujer estalla, le cuenta lo que estaba sucediendo y las vejaciones a las que era sometida. El le promete y se promete que nunca mas le va a suceder.
Cuando el enfermero violador aparece muerto en un galpón del hospital todos lo indicios conducen a ese hombre que mil veces había denunciado la situación, pero los mismos que se negaron a escucharlo, no dudan en condenarlo y no faltó un médico quien se apresura a declararlo violento y peligroso y ordena que se le practique una lobotomía, para asegurarse que no va a seguir denunciando. La hipocresía burocrática se había puesto en marcha para que nada cambie en el sistema de 'salud', demás está decir que su cerebro quedó dañado para siempre en forma irreparable.
Hoy han pasado los años, con 58 años de edad La Gringa ha salido del loquero gracias a un merecido premio literario que la liberó del encierro, y no obstante, va todas las semanas al servicio 16 a visitar a su hombre y, cuando toma entre sus manos las de él, esas enormes manos justicieras, siente que aún hay seres en el mundo por los que vale la pena luchar.

A Mary 'La Gringa'

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