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19 de diciembre de 2012
CRONICAS CARCELARIAS V
CRONICAS CARCELARIAS V
El Miedo
¡¡¡Claro que hemos sentido temores estando encerrados y dependiendo de los humores de esos energúmenos con uniforme !!!, pero no es de los temores nuestros de los que quiero hablar. Es necesario verlos actuar para conocer os miedos que sienten ellos cuando vienen por los pasillos con sus garrotes golpeando las rejas como una jauría humana, gritando para darse ánimo, porque a pesar de ser quienes tienen las llaves de los cerrojos y las armas listas para disparar si llegara el caso, son cobardes por definición, entran al pabellón en grupos numerosos y necesitan las arengas que les gritan sus superiores que también están asustados, porque lo de ellos es golpear a los que no pueden defenderse, y siendo ellos varios y el detenido golpeado uno solo. Al haber requisa, saben que puede pasar cualquier cosa, que un detenido pierda los estribos y se les vaya encima y se traben en lucha despareja, sin importarle que luego irán al ‘buzón’ de aislamiento por días o semanas, entonces el guardia cárcel, para ocultar su miedo que se le nota en los ojos enrojecidos, rompe todo lo que encuentra a su paso, paquetes de yerba, azúcar, jabones, ropa, y no lo hace para buscar armas o drogas, lo hace para ocultar su miedo. Tal vez piensa que algún día se puede cruzar en la calle con ese preso, ya sin uniforme y sin el grupo que lo acompaña, y esa posibilidad lo aterra, porque se sabe cobarde.
Ver sus narices palpitantes como si fueran ellos los apaleados es conmovedor. No es casual que cuando nos acorralan en los pasillos, lo primero que nos dicen es que no lo miremos, no quieren que leamos en sus ojos su miedo. No es casual que en general, ellos no invaden el lugar de los presos, si van a entrar a la celda, primero hacen salir al detenido al pasillo y luego entran ellos.
Muchas veces sucedió que durante una requisa se llevaban a un preso que en el medio del escándalo entre gritos y golpes nadie se daba cuenta y nunca mas lo veíamos, lo que hacía mas siniestra la requisa.
Cuando todo terminaba y nosotros volvíamos cada uno a su celda, a juntar de las pocas cosas que podíamos salvar de los destrozos, desde alguna parte un compañero nos iba nombrando uno a uno para saber si faltaba algún compañero, saber que no faltaba nadie, nos daba un poco de la tranquilidad que habíamos perdido.
Ramiro Ross
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