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27 de diciembre de 2012

CRONICAS CARCELARIAS


CRONICAS CARCELARIAS


El Caramelo:


Si escribir con letra mas que chica –milimétrica- es una habilidad como cualquier otra, allá dentro, entre rejas y paredes, se transforma en un arte supremo. Me ha tocado ver escritos extensos hechos en un papel de cigarrillos que por supuesto no pude leer que decía, ya que, si escribir de esa forma es un arte, descifrarlo en una ciencia solo para elegidos.

No conforme con realizar esa pequeña obra de arte carcelario, el trabajo no termina allí, aún faltaba reducir su pequeñez a su mínima expresión, que era doblarla en tantas partes como fuera posible, luego impermeabilizarla y finalmente transportarla, que era la tarea mas riesgosa, ya que al ‘cartero’ le podría ir la vida en esa tarea si era descubierto por la requisa.

Doblarla requería de manos finas que no rompieran el papel, ya que implicaba realizar el escrito nuevamente, posteriormente se realizaba la impermeabilización del ‘caramelo’ que no era otra cosa que envolverlo en un pequeño trozo de bolsita tipo supermercado y sellarlo, quemándolo con la brasa de un cigarrillo para que no se humedezca con la saliva, si es que se transportaba en la boca de alguna visita o abogado, cuando no en lugares menos románticos del cuerpo…

La confirmación de que el ‘caramelo’ había llegado a destino y que fue leído por el destinatario, nos producía una alegría inmensa que nos hacía soñar que nuestros compañeros y seres queridos supieran que aún estábamos vivos y con todas las ganas de luchar intactas.

La forma de burlar todas las prohibiciones, era nuestra obsesión, cada día algún compañero amanecía con alguna idea que él suponía brillante para hacer cosas que nos estaban prohibidas, aunque la mayoría de ellas eran irrealizables, y al presentarle al ‘inventor’ los defectos de su plan, terminábamos todos muertos de risa …menos el dueño de la idea.

Los encargados de llevar el correo, se transformaban en los Mercurios (el mensajero de los dioses), y a la vuelta nos trían infinidad de mensajes y recomendaciones de nuestros familiares y de nuestros compañeros que aún peleaban por nuestra liberación. A algunos de los correos, era conmovedor verlos transpirar de nervios al llevar el caramelo en la boca, sabían que llevaban en su boca o en su ropa escritos ilegales y que la dictadura les cobraba hasta con su vida por esas acciones, sin embargo era muy raro encontrar que alguien se negara a llevar consigo nuestros escritos, concientes de la necesidad que teníamos de comunicarnos.

Ramiro Ross

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